martes, 14 de febrero de 2017

Finisterre, el cementerio de barcos


La costa de los barcos olvidados

Finisterre, la costa da morte y el actual parque de las islas atlánticas esconden bajo sus aguas una verdadera colección histórica de hundimientos navales. Durante el último milenio  sus peligrosas costas han dado buena cuenta de todos aquellos navíos que quizás subestimaron los peligros mortales de su accidentada orografía y que por ello,  hoy descansan en sus fondos marinos.
Galicia sabe bien de ese aforismo en historia que dice que la civilización cabalga sobre las olas. Se puede decir que todas las culturas importantes de Europa, desde la Roma de Julio César, han cruzado las Islas Atlánticas en algún momento y han dejado su huella involuntariamente a través de naufragios. Así lo recoge el estudio elaborado por Parques Nacionales.
Los barcos hundidos en torno a los tres archipiélagos conforman un auténtico cementerio naval y humano. Son parte de la memoria histórica de Galicia, en este caso memoria sumergida.
Los primeros naufragios de los que se tienen noticias en las Cíes datan del año 899, cuando una flota musulmana al mando de Ben Abdelhamid se dirigía al norte de la Península y fue sorprendida por una tempestad a la altura de la desembocadura del Miño. Casi todas las naves se estrellaron contra las islas, se perdieron en alta mar o fueron atacadas por galeras pontevedresas.
El barco que sin duda tiene más fama es el Santo Cristo de Maracaibo, por la leyenda del tesoro que transportaba y que se supone se hundió con él en la batalla de Rande. También conocido como el galeón Mounmouth, hoy en día se sabe que «mucho de lo que creíamos conocer no es verdad», según el arqueólogo submarino Miguel San Claudio.

Choques

De singular importancia es también el Júpiter, un navío de la Armada británica de cincuenta cañones que naufragó en 1808 en los bajos de Carrumeiro. En los bajos Forcados se perdió el vapor Bonika en 1874 y en la playa de San Martín embarrancó el Adriano en 1886. Otro vapor francés, el Asturianne, naufragó en 1917 al escapar de un submarino alemán que había avistado. Fue en los Biduidos, que tienen un larga tradición de hundimientos: por ejemplo el vapor español Itálica y el griego Spyridon, ambos en 1922 y a causa de la niebla, y el pesquero Cuatro Hermanos, en 1934.
También marcados por el signo de la tragedia fueron los pesqueros Laureano Montenegro (seis muertos en 1928), Ave del Mar (26 muertos de Moaña en 1956) y Marbel (27 desaparecidos en 1978). La lista incluye dos vapores embarrancados, el Samwater inglés en 1947 tras incendiarse y el Cabo de la Plata español, en 1952, y el petrolero noruego Polycommander, que vertió 12.000 toneladas de crudo en la boca de la ría provocando una catástrofe ecológica en 1970.
El primer naufragio documentado fehacientemente en Sálvora es el de la goleta santanderina María Vicenta y data de 1907. Sorprendida por un temporal, fallecieron el patrón y dos tripulantes. En 1910 se hundió el quechemarín coruñés Juan Federico junto al islote Noro. Cargado de licores, vino y harina, su tripulación se puso a salvo en un velero que la llevó a Ribeira. Dos años después embarrancó el vapor barcelonés Juan Cunningham en la punta Lagos, al rompérsele los guardines del timón.

Catástrofes

Uno de los naufragios más famosos y trágicos de la reciente historia naval española ocurrió en 1921. En la catástrofe del vapor de correo Santa Isabel, que encalló contra las piedras de Pegar en medio de un fuerte temporal, perdieron la vida 213 personas. Fue el particular Titanic de la costa gallega, con tripulantes que se tiraron por la borda y la partición del casco en dos.

En el hundimiento de otro vapor en 1922, el Cataluña, no hubo que lamentar víctimas, lo mismo que con el mercante costero Orozko Tar Miker, que se dirigía de Vilagaría a Gijón con 320 toneladas de pino en 1930.
Ya en 1963 se perdió el mercante portugués San Silverio en Punta Pirula y en 1966, el pesquero Atlántico en medio de un tormenta con un solo superviviente.
Los dos últimos naufragios de consideración en Sálvora fueron los del costero vasco Urmaya, en 1984, y del pesquero Nuevo Torre de Likona, en 1993. El primero acabó sus días en Besugueiros y el segundo, en Figueiriño. Ocurrieron al sur de la isla.
El archipiélago de Ons también ha sido escenario de luctuosos accidentes marítimos. Como el del vapor mercante francés Barsac, que había sido requisado por la Armada francesa y reconvertido en crucero auxiliar. Embarrancó en Onza en 1940, en medio de un violento temporal, quedando destrozado y sin posibilidad de pedir ayuda por radio porque un golpe de mar le arrancó el puente. Los tripulantes lanzaron bengalas y varios barcos que acudieron al lugar. Se salvaron muchas vidas, pero se perdieron 18.

Militares

En 1952, el que había sido el mayor remolcador perteneciente a la Armada Española, el Cíclope, se partió en dos al topar con los bajos situados en Borneira. Le habían fallado las calderas cuando se dirigía a la Escuela Naval de Marín. Esta embarcación había transportado el submarino Isaac Peral de Cádiz a Cartagena.
El caso es que Ons y Onza son un auténtico camposanto de buques militares porque en ellas, además de los dos citados, también se hundió el submarino General Mola. En realidad era italiano. Se lo cedió Mussolini a Franco durante la Guerra Civil para combatir al potente Ejército Republicano en lo que concernía a fuerzas submarinas. Ya había llegado al límite de su vida activa y estaba siendo remolcado para su desguace. Fue en 1959, cuando chocó contra Ons al romperse el cable que lo mantenía unido al remolcador. Los habitantes de la isla lo despiezaron en múltiples ocasiones para fabricar extraños artilugios.
En el archipiélago buenense también hay restos de antiguos naufragios. Uno de ellos el de la goleta corsaria Brilliant en 1799, que explotó repentinamente cuando combatía con el corsario británico Revenge. Y en 1801 quedaron destruidos por fuerzas británicas el paquebote El Raposo y la corbeta Alcudia. El bergantín San Juan Bautista se hundió a consecuencia de un temporal en 1893.
La relación concluye con los pesqueros Azaña, Campos, Europa número 4, Santiago Cerviño y Nuevo Maruja Costa.
En el catálogo de naufragios acaecidos en el ámbito del actual Parque Nacional Marítimo-Terrestre Illas Atlánticas que ha realizado Miguel San Claudio se incluyen  32 siniestros registrados desde el siglo IX hasta el 15 de septiembre de 1993, cuando el pesquero Nuevo Torre de Likona se hundió en punta Figueiriño, al sudeste de la isla de Sálvora, cerrando, hasta el momento, esta memoria de infortuna.
El autor refiere la posibilidad de que un navío turco se perdiese en Ons en 1634 y dedica varias páginas al pecio cuya leyenda ha atraído desde hace décadas a la Ría a codiciosos buscadores de tesoros: el Santo Cristo de Maracaibo, caído en desgracia cerca de las Cíes durante la Batalla de Rande en 1702.
El arqueólogo submarino Miguel San Claudio también revela las dudas que existen hoy sobre el auténtico nombre del galeón y su verdadera carga. Refiere la hipótesis según la cual parte del tesoro habría sido puesto a salvo antes de que los británicos pusiesen sus manos sobre él y que éstos mintieron sobre la cuantía real para no tener que justificarse por tan escaso botín.
Junto con el naufragio del Santo Cristo, el experto destaca por la «riqueza patrimonial» que depositó en nuestros fondos la tragedia de la flota de la Armada que se dirigía en 1719 hacia Escocia. Huyendo de una tormenta, los buques que la integraban se hundieron o chocaron contra las rocas a lo largo de la costa gallega. Es posible que alguno de ellos se encuentre en los fondos del parque.
En 2007 el parque impulsó una campaña arqueológica subacuática para conocer la potencialidad de sus fondos y así poder protegerlos. Fruto de aquellas inmersiones, se localizó en Cíes el pecio Rodas I, compuesto por elementos metálicos de un naufragio ocurrido a partir de mediados del siglo XIX. Los expertos también documentaron otro pecio compuesto por piezas metálicas y un tercero formado por un motor de combustión. El estudio también incluye la localización del «H.S.M. Jupiter», un navío militar británico del siglo XVIII, descubierto en 1956. Tampoco olvidemos el Prestige, que causó la peor marea negra de los últimos tiempos en las rías gallegas.
Aunque la mayoría de naufragios narrados en este post han sucedido en los alrededores del parque Islas Atlánticas, toda la costa Atlántica gallega tiene un historial similar, los terminos Costa da morte o Finisterre son para encuadrar más la zona, ya que son los más conocidos  aunque muy distintos entre si. Las fotografías del barco encallado y el pecio hundido no son de la zona, son simplemente ilustrativas.